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Publicado el monográfico de la Revista Chilena de Literatura y RIUL sobre el Libro y el Soporte Digital

El número monográfico “El Libro y el soporte digital: ¿cambio de época?” es producto de una alianza intelectual y editorial de la Revista Chilena de Literatura y la Red Internacional de Universidades Lectoras (RIUL), entidad que agrupa a más de 50 universidades de Europa y América Latina. También es un aporte al Observatorio del Libro de la Universidad de Chile. Nos mueve una preocupación común por la lectura como un saber humano fundacional, por el libro que ha sido su soporte básico, y por los cambios que en este campo se vienen produciendo vinculados a las nuevas tecnologías y a fenómenos emergentes que marcan nuevos alfabetismos y literalidades. Pensamos en la revolución postipográfica presente en la publicidad, en las redes sociales y en el procesamiento de textos que propician soportes tales como el ordenador o los móviles. Estamos “inundados”, en realidad, por mensajes y opciones dentro del océano de información que es internet, realidades nuevas que han trascendido, nada menos, que en una concepción distinta del tiempo y del espacio. Convivimos a nivel global con un ambiente virtual multisensorial, multimedia o incluso transmediático que exige una nueva mirada a la lectura, a sus soportes, a la industria editorial, a la educación y a la literatura.

La metáfora del océano no es casual, nadamos como peces en el agua pero sin certeza de lo que estamos viviendo. Carecemos de la distancia (o del aire) suficiente para vislumbrar si estamos o no en una nueva época. O si solo se trata de un período no muy diferente al que se vivió en Occidente a fines de la Edad Media con la irrupción de la imprenta y la consecuente industrialización de la cultura escrita, o bien a fines del siglo XIX y comienzos del XX, con la luz eléctrica, la telefonía, el automóvil, la cinematografía, los rayos x y el avión. En el contexto de esta duda, lo que sí podemos intentar es una cartografía de las transformaciones que están afectando la escritura y la lectura, la creación literaria, la industria del libro y la educación. Lo que ya de por sí constituye, al menos en América Latina, una tarea inédita o apenas iniciada.

En esta perspectiva, el monográfico da cabida a un conjunto de artículos. En una primera sección se abordan prácticas emergentes que subyacen a la lectura en el entorno digital: las nuevas materialidades y prácticas discursivas, la educación lectora y literaria, el rol del BIG Data como herramienta computacional en las humanidades digitales, las prácticas lectoras en formatos virtuales comparadas con las impresas y, finalmente, un estudio de caso sobre la lectura en digital y su impacto en la sociabilidad de los creadores culturales en la ciudad de México. En una segunda sección se abordan algunas transformaciones en el campo editorial, las que van más allá de los tradicionales e-books, por ejemplo en la literatura juvenil de editoriales portuguesas en las que opera con gran éxito una combinación creativa entre el soporte impreso y el digital. También el mundo de las ediciones cartoneras latinoamericanas, que en la transposición a lo virtual ven resemantizados sus principios artesanales y contestatarios. Luego, en una tercera sección, se plantean los desafíos y las posibilidades educativas que implican para las prácticas docentes las nuevas tecnologías y el soporte digital, desde la lectoescritura y las formas novedosas de leer y escuchar literatura infantil hasta los distintos formatos narrativos y la pregunta por la necesidad de readaptar el currículo, e incluso, a nivel de la educación superior, el problema del plagio en las practicas letradas. Por último se aborda la creación a nivel digital, práctica que restablece una comunicación directa entre autores, textos y lectores, sin intermediación de los procesos asociados a la industria editorial impresa, lo que constituye, según Roger Chartier, la dimensión más novedosa de lo digital, en la medida en que abre el universo estético de una literatura interactiva, hipertextual e incluso multimedia.

Considerando distintos contextos y destinatarios (España, Portugal, México, Chile y Argentina), la participación de autores europeos y latinoamericanos permite un mapeo amplio de las innovaciones que se están llevando a cabo en el campo del libro y la lectura, con sus logros, dudas y desafíos. Constituye también un estímulo para la investigación, considerando los trabajos de Maryanne Wolf quien, utilizando la tecnología de la neuroimagen, ha desarrollado por años un estudio comparativo entre los lectores en papel y los lectores digitales, sosteniendo la tesis de que la lectura virtual implica un cierto deterioro en comprensión y profundidad con respecto a la lectura en soporte impreso.

En el apartado de notas, el monográfico incluye una reflexión filosófica sobre el destino del libro en el universo digital, también aborda las nuevas formas de lectura y escritura recuperando los conceptos de polifonía y dialogismo de Bajtin (producto de un diccionario elaborado por la Red de Universidades Lectoras) y finalmente algunas reflexiones sobre la migración de las letras a la pantalla. En la sección de reseñas, se da cuenta de libros recientes publicados en España y América Latina, que abordan la defensa o la crítica de lo digital, y también los desafíos de la formación lectora en el mundo actual.

El mapeo realizado abre un desafío colosal en aras de conciliar la cultura clásica letrada y estas nuevas humanidades digitales que están revolucionando desde hace un tiempo las prácticas y los usos de la lectura y la escritura. Evitar este hiato, reflexionar y buscar una complementación, es tarea también de intelectuales y académicos. La Red de Universidades Lectoras y la Revista Chilena de Literatura no son ajenas a este desafío.

Volviendo al océano, cabe señalar que no en vano estamos bajo la metáfora heurística de la “modernidad líquida” (Zigmunt Bauman), entre cuyos nuevos “flujos textuales” la realidad se nos muestra poliédrica y llena de dudas y agitaciones, como un mar embravecido. Si algún valor tiene el trabajo intelectual de quienes hemos tratado de sacar adelante este número, es el de entender que la Academia de allá y de acá tiene que estar registrando y pensando lo que acontece en un campo tan significativo como el de la lectura y la educación, buscando no colisionar con los “icebergs” polares, sino aprender de ellos, descifrando no solo la “espuma” o la superficie que sobresale, sino el calado de fondo de los nuevos fenómenos. No sabemos con certeza hacia dónde nos llevarán estas aguas ignotas, pero sí pensamos que requieren navegar con los ojos abiertos,atentos a los “mares procelosos” en los que nos desplazamos. Y es que hoy ya no nos podemos dirigir “al desocupado lector” , como quería Cervantes, sino a un lector confuso e impaciente, próximo al tipo de lector “multitarea” que son nuestros adolescentes –avezados en móviles y videojuegos– pero cuyo ideal esperamos siga siendo el del “discreto lector” –esto es, el lector con juicio, el lector crítico a quien invoca Cervantes para que juzgue el sentido del episodio de la Cueva de Montecinos. Estamos conscientes de que educar en la lectura no es solo fomentar competencias digitales e informacionales, sino que implica, en su raíz, educar a ciudadanos para que sepan vivir como lectores atentos e incluso disidentes en un mundo global altamente incierto y convulsionado.

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