El Escornau (Cáceres).

La acción cabe fijarla a fines del XVI, como se desprende del detalle de que la ermita de Santa Marina, que entonces estaba sita en el lugar de las Canchorras, fue trasladada al poco tiempo a las proximidades del pueblo. En esas fechas hace acto de presencia el ehcornáu, un fabuloso animal que llenó de terror y de muerte las cercanías del Palomero, arroyo que desemboca en el río Alagón tras cruzar el término municipal de Este a Oeste.

Las opiniones difieren a la hora de buscar las causas de su aparición, si bien hay coincidencia en aceptar el hecho como un castigo divino. Dios envía el fantástico ser para vengar las maldades de los ahigalenses para con los habitantes de los pueblos vecinos y para hacer pagar los pecados contra natura que cometen los solitarios pastores. Para quienes consideran el primer punto, el ehcornáu sería engendrado por un caballo y una jabalina, o por una yegua y un jabalí, o por un caballo y una vaca, o por un toro y una yegua. En estos casos el ehcornáu presenta un aspecto de caballo en la parte trasera y de jabalí los cuartos delanteros, con un cuerno largo y agudo, con sección espiral, que le sale vertical del medio de la frente. Cuando el animal se ha originado a causa del pecado nefando, entonces se configura como una mezcla de carnero y jabalí con piel escamada (pellehu aceráu) y con un cuerno en disposición y forma semejante al anterior. El duro cuerno, al que algún informante le da tres metros de longitud, era su única arma y él mismo se lo afilaba en las rocas.

Sus pasos siempre buscaban la muerte. Pastores, campesinos y ganados fueron algunas de sus víctimas. Contra las mujeres empleaba una saña especial, ya que les atravesaba el cuerno a lo largo de todo el cuerpo y las paseaba de tal guisa. Entre sus hábitos alimenticios raras veces figuraban las personas y los animales domésticos, a los que mataba por puro placer, puesto que su manjar favorito lo constituían las palomas que abundaban a lo largo del arroyo Palomero.

Se hicieron batidas para acabar con el ehcornáu, pero ni la metralla ni la pólvora fueron capaces de atravesar la escamosa piel. Como castigo divino se suponía a la sanguinaria fiera, sólo por medios divinos se creía que su exterminio sería posible. Hubo excomunión para el ehcornáu, rogativas que terminaron en tragedia al atacar el animal la procesión presidida por los cofrades de la Vera Cruz, etc. Finalmente la cofradía del Rosario tuvo éxito en su enfrentamiento. Al pretender el ehcornáu atacar a las mujeres que portaban el estandarte de la Virgen, una fuerza divina lo paralizó al encontrarse frente a él e, hinchándose como una pelota, reventó. Esta muerte del fiero animal ocurrió a la altura del llamado "Canchu la sangri", que aún, como dicen los informantes, presenta pigmentaciones rojizas que corresponden ala sangre del ehcornáu.

Al milagroso suceso siguieron fiestas y alegrías. El cuerno fue traído hasta Ahigal como recuerdo de aquella tragedia que asoló al pueblo y fue expuesto en la ermita del Cristo. No falta quien piensa que la mortífera arma se conservaba en la ermita de Santa Marina por considerar a esta santa la aniquiladora del monstruo.

El asta del ehcornáu llegó a alcanzar categoría de reliquia. Se tomaban raspaduras del cuerno, ya que se suponían sanadoras de la esterilidad femenina principalmente, aunque también se consideraban remediadoras de otros variados males, especialmente de insomnio, estómago, nerviosismo y crecimiento. Incluso los mozos que entraban en quinta guardaban raspaduras en sus bolsillos con el convencimiento de que merced a ese amuleto o talismán lograban números que les libraran de la mili.

A mediados del pasado siglo un obispo de la diócesis de Coria giró su visita pastoral a Ahigal y comprobó cómo las gentes confiaban más en las virtudes de los polvos del ehcornáu que en los ruegos al Cristo. Deseando que el pueblo conservara su devoción al crucificado no tuvo otra idea que la de cortar por lo sano, llevándose el milagroso cuerno. Es precisamente aquí donde se pierde el rastro del asta del fabuloso animal que trajo en jaque a la población de Ahigal, como hemos podido ver, hace más de trescientos años.