La Fuente de las Sanguijuelas (Ciudad Real).

Hogaño la torre de la Higuera es un anciano ruinoso que lucha por permanecer en el tiempo y con los hombres La menguada canalla córvida asienta sus reales en el interior de sus muros. Al fondo del paisaje, el castillo de Montizón.

Muy cerca, en el cerro donde está levantada la torre otrora defensiva y de refugio, bajo su sombra, se encontraron en un tiempo dos fuentes, vecinas de pocos pasos: la una la Fuente del Rey que aún existe, la otra la legendaria Fuente de las Sanguijuelas, hoy protagonista de nuestra pequeña historia...

La Fuente de las Sanguijuelas tiene una hermosa leyenda de la cual se han recogido diferentes versiones, y que se cuentan de forma muy parecida en Villamanrique y en Torre de Juan Abad. Figura en las Relaciones de Felipe II de 1575. La nuestra pertenece al relato del hermano Aquilín, santero de la ermita de Nuestra Señora de la Vega, que se la relato al fabulista en un frió noviembre de 1976.

Pues, cuentan que eran años del mítico Juan Abad héroe epónimo, de Eznavejor la Poderosa y muy Temida, de misteriosas presencias de los caballeros Freires Templarios en la vega de la ermita de Nuestra Señora. Tiempos de algaradas, razzias, combates, de reinas moras, de frecuentes apariciones del Santiago Matamoros y de fronteras convulsionadas, de incendios sin fin.

Cuenta la tradición que por aquellos días de juglarías y hazañas de guerreros sin temor, en las aguas de la Fuente se criaban una singular especie de sanguijuelas capaz de obrar asombrosos prodigios en los enfermos. Y si abundantes eran los manantiales, royos y fuentes en la zona donde tenían su hábitat estos anélidos, secularmente visitados para la captura de estos animales médicos, ninguno poseía la celebridad y fama de nuestra fuente de las Sanguijuelas. Se hacían lenguas y no paraban de sus propiedades terapéuticas, dejando en el aire, que algo misterioso les concedía tal poder extraordinario, tenido por asombroso. Las inquilinas de las aguas de la fuente tenían tal poder de curación, que fracasando sus hermanas de otras fuentes, ellas salían victoriosas de la más rebuscada y complicada sangría.

Fueron en aquellos años requeridas por ilustres enfermos, su fama les precedía.

Tantas gracias y bondades predicaban de ellas los voceros sanguijueleros, llegaban hasta el lugar enviados de desconocidos y lejanos reinos, fueran estos cristianos o moros. Llegaban los viajeros para hacer buen acopio de ellas. Incluso llegaron rubios infieles, súbditos de bárbaros reinos, más allá de los Pirineos buscando las mágicas sanguijuelas de la fuente y sus propiedades.

De uno de aquellos viajeros de lejanas tierras llegados hasta aquí se guarda memoria.

Pues, sucedió que un gran y acaudalado señor, dicen que Visir del reino nazarí de Granada, aquejado por terribles dolores, producidos por pervertidos humores, sangre gorda muy venenosa, que mortificaban su cuerpo, contra los cuales no tuvieron éxito las variadas sangrías a las que sometieron. Tampoco lo más peregrinos tratamientos terapéuticos obtuvieron resultado alguno. Y el acaudalado señor, a cada día pasado, dejaba la vida a ojos vista entre desmayos y ayes. Más dándole la nueva de la existencia de las maravillosas sanguijuelas, mando a un eunuco de los suyos, harta la bolsa de monedas de oro, para comprar, si fuera necesarios, algunos ejemplares, como ultimo recurso para sanar de tal mortificante y mortal mal.

Pero, antes de la partida, que fue a uña de caballo, fue severamente advertido que, andara cuidadoso y prevenido con el agua donde ponía las sanguijuelas: bajo ningún pretexto debía coger agua de fuente diferente para mantenerlas con vida y menos de arroyo forastero, pues ello les causaría la muerte o lo que era peor, les haría perder sus virtudes extraordinarias. Ello era, entendían los sabios, que las mentadas y famosos sanguijuelas, sólo les era lícito vivir en las aguas de “esa” fuente donde habían nacido y vivido, pues, siendo el elemento liquido muy particular y de propiedades singularísimas, alguna de ellas oculta y desconocida, que trasmitía a las sanguijuelas, hacían que estas desarrollaran unas excepcionales cualidades curativas.

Asimismo fue informado que, al enviado, le iba la vida si intentaba engañar al amo llevando otras diferentes, pues este tenía consejeros a físicos y astrólogos sapientísimos en el arte de conocer las sanguijuelas, y que estas eran: prietas como la noche sin luna y hermosas como ternero cebado.

Cuenta la leyenda que desde Granada, atravesando las barranqueras y los boques de Sierra Morena, llego hasta aquí y pudo conseguir algunos ejemplares de la fuente, lo que nos sabemos si gratuitamente o soltando algunas monedas. Las metió con su agua natural y regreso, sin aventura más, al palacio de su señor y con todas las sanguijuelas vivas y sanas.

Termina la historia con final feliz, pues aplicadas en diferentes parte del cuerpo, con grande alegría del señor, chuparon toda la contaminada sangre. A los pocos días del tratamiento regresó la alegría y la salud perdida.

Fuente:http://www.torredejuanabad.es/documentos/leyendas_Torre.pdf