En cierta ocasión un gentil que vivía en la cueva de Muski atrapó a un cristiano. Y para que no escapase de la cueva le colocó en un dedo de la mano un anillo mágico que gritaba "estoy aquí, estoy aquí".
Un día el cristiano se escondió entre las pieles de oveja acumuladas por el gentil. Como oía el grito del anillo bastante lejos, pensó que podía provenir de lejos y abrió la puerta saliendo de la cueva. Entonces, el otro salió de las pieles, echó a correr y se alejó de allí en un santiamén.
Pero el gentil escuchó el grito del anillo y echó a correr tras él. En vista de la situación el cristiano se rindió pero pensó que podía cortarse el dedo del anillo y tirarlo al río Mekolalde; y así fue. El gentil, al escuchar que los gritos del anillo llegaban del fondo del río, saltó y se ahogó en él.