Unos aseguran que provienen de una mujer humana y de un hombre marino, o tritón, que tuvo con ella ayuntamiento carnal. Ella andaría paseando un día por la ribera del mar, en algún punto indeterminado de la Galicia costera; él habría salido de improviso de entre las olas. Tras el primer encuentro se repetirían otros, y entre la mujer y el tritón se establecería un vínculo amoroso que debió interrumpirse con la ausencia de él, cuando los vecinos entraron en sospechas y urdieron ciertas trampas para apresarlo. El caso es que de aquellos amores quedó la mujer embarazada, y parió al fin un hijo con señales físicas que atestiguaban la naturaleza del padre que lo había engendrado...
Otra leyenda gallega sobre el origen de los Mariños, aunque carece de arraigo geográfico preciso, se sitúa en los tiempo medievales, y tiene como protagonista humano a un conde llamado Froyaz, señor de un castillo cercano a la ribera.
Aficionado a la caza, el conde recorría a menudo los lugares apartados de su señorío. En cierto ocasión, cuando cabalgaba por un monte carcano al mar, le pareció ver entre los peñascos costeros el cuerpo de una mujer desnuda, tumbada sobre la arena. Cuando estuvo cerca comprendió que se trataba de una sirena dormida, a la que consiguió atrapar, con ayuda de sus escuderos, antes de que se echase al agua.
La sirena era hermosísima, y el conde se enamoró de tal modo de ella que, tras bautizarla con el nombre de Mariña, la tomó por esposa. A ella no pareció disgustarle el matrimonio, pues permaneció al lado del conde, amorosa y alegre. la única sombra en el felicidad de don Froyaz era que la sirena no hablaba, y no consiguió hacerlo por muchos esfuerzos que su marido se tomó para enseñarle.
Al cabo de un tiempo, la sirena muda tuvo un hijo, al que el conde recibió con cariñosísima disposición. pocos días después del nacimiento, la víspera de San Juan, se reunieron en el patio de armas todas las gentes del castillo para encender la gran hoguera conmemorativa de la fiesta.
Doña Mariña, acomodada en un gran sillón con la cola cubierta por el manto y el hijo entre los brazos, contemplaba con admiración los bailes y la algazara de ña gente alrededor de la hoguera, y don Froyaz la miraba a ella con los ojos meditabundos. De repente, sin avisar, el conde arrancó al niño de los brazos de doña Mariña y corrió hacia la gran hoguera con un ademán que parecía anunciar su propósito de arrojarlo a las llamas. Entonces doña Mariña se alzó, extendió los brazos y grito: "!Fillo!", con tanto sentimiento que todos callaron.
Dicen que en el esfuerzo de aquella palabra salió de la boca de doña Mariña el músculo que hasta entonces tenía retenida su lengua, impidiéndole pronunciar palabras humanas, El caso es que desde entonces habló con normalidad, y a las caricias amorosas con que criaba a su hijo unió palabras tiernas y muy dulces canciones. El niño recibió el nombre de Juan, y fue el primero de un noble linaje gallego.