En las alturas de Sierra Nevada, cerca del pico Veleta, existió (o quizás existe aún), una honda laguna de aguas heladas y limpísimas.
Muchas personas aseguraban que la laguna estaba encantada y que era punto de encuentro para magos o brujas, sucediendo allí cosas tan extrañas que nadie, en su sano juicio, se atrevería a acercarse a ella de noche.
Sucedió que un pastor, que buscaba unas ovejas perdidas, llegó un anochecer hasta las mismas orillas de la laguna, cuando le pareció oír fuertes voces. Muerto de pavor por todo lo que de sobrenatural había escuchado acerca del lugar, se refugió tras unas rocas y desde allí, pudo ver lo que pasaba.
Dos hombres muy altos y ricamente ataviados, uno de los cuales sostenía en sus manos un libro del que parecía brotar un vivo resplandor y el otro portando una gran red dorada, estaban de pie a la misma orilla del agua.
El que sostenía el libro leyó con voz tonante un largo párrafo, en un incomprensible lenguaje y terminada la lectura, dijo a su compañero: -"Ya puedes lanzar la red"-.
La red se hundió en al agua y al momento se vio que ya estaba bien cargada. Los dos hombres unieron esfuerzos sacándola a la orilla. Para asombro del pastor, la red contenía un brioso caballo negro. El hombre del libro dijo: -"No, este no es. Echemos de nuevo la red"-. Y la red volvió al agua y como la vez anterior enseguida se notó que estaba llena. Fuera del agua, los hombres vieron un caballo variegado, con mejor estampa que el anterior pero que tampoco pareció satisfacerles, así que volvieron a echar la red al agua. Y ahora, un hermoso caballo blanco de finas patas y espesas crines, se mostró ante sus ojos.
-"Este es el caballo que buscamos"-, dijo el hombre que había rechazado a los anteriores- "Ya podemos seguir nuestro viaje"-.
Los dos hombres, susurraron por turno unas palabras al oído del caballo, que asentía con la cabeza y subieron sobre el blanco animal surgido de las aguas. Durante unos momentos, el caballo caracoleó alegremente y después de un breve trotecillo, se elevó en el aire como si no soportara ningún peso, describió un gran círculo sobre la laguna y en menos tiempo del que se tarda en contarlo desapareció en el cielo.
Muchos valientes subieron a la montaña y muchos tiraron grandes redes al agua, queriendo comprobar y ver lo que el pastor había visto aquel anochecer, pero nadie jamás volvió a ver a los dos extraños hombres, ni nadie logró enganchar en sus redes ningún caballo volador.