Había un Cuélebre muy grande en una cueva de Brañaseca, concejo de Cudillero. Y los vecinos, para que no les comiera el ganado le mantenían con borona y pan de centeno. Cuando iban a llevarle la ración le decían:
—Abre la boca, Cuelebrón
que ahí te vá el boroñón.
Y un día, en vez del pan, le dieron una piedra calentada al rojo y murió.