El gran Leite de Vasconcelos recogió una curiosa tradición practicada al cruzar el río Miño, a la altura del concello de Arbo, que bien pudiera ser una reminiscencia de esos cultos ancestrales relacionados con el agua. El más emblemático de los ríos gallegos fue morada para feiticeiras, xarcos e, incluso, hombres-pez, personajes mitológicos propios del acervo cultural gallego, además de curiosas leyendas como la que hoy recogemos.
Leite de Vasconcelos apunta que esta superstición o creencias en relación a las corrientes fluviales ha permanecido viva en el inconsciente colectivo de buena parte de la fachada atlántica; así las personas que cruzaban el río Miño por la pedanía gallega de Arbo, debían llevar una piedra en la boca para no hablar mientras lo cruzaban, pues era bien sabido que “falar provocaría a saída de espíritos sobrenaturais, habitadores da água”.