Aquí yendo pa Castilla hay una laguna, una laguna que será… ¡quién sabe de los siglos!, que antes que era una tierra, y es muy grandísima –yo conózcola bien– y que tenían cebada sembrada allí n’aquella tierra, y que fuera el matrimonio a segar cebada, y cuando eso que acostaran la niña encima de la paja, encima de lo que tenían segáu –aquí decíamos gaviellas, el montón de la paja–, ya que, bueno, en una ocasión que dijeran:
– Bueno, vamos a asomar a ver la nena cómo se encuentra.
Ya que iba lo último de lo último de la culuebra pola boca de la nena p’adentro. Ya la nena, claro, de momento muerta. Ya entonces que echaran una maldición, dice:
– ¡Ay Dios, fundida se viera la tierra antes que nosotros aquí viniéramos!
¡Fundida se viera!
Y cuando se marcharan de la tierra, ya andaban las gavillas todas a nado.