Dicen que en la parte de aquí de Cangas o de Tineo o por ahí que una paisana tenía que ir a buscar el agua muy lejos. Y claro, taba aburrida, y decía ella:
– ¡Nada, yo daba el alma al diablo si me trajieran l’agua pa casa!
Ya que se presentara un paisano, ya que dijera:
– ¡Coño!, ¿qué diz, ho?
– Nada, que daba el alma al diablo si me trajieran l’agua pa casa.
Diz él:
– Nada, si usté no se vuelve atrás, se la traemos.
Tenían que hacer un puente, porque había una vaguada, ya tenían que hacer un puente pa poder pasar l’agua por arriba. ¡Coño!, y aquella noche enseguida que sonara ya un ruíu, ¡bruuummm!, y venga los carros cantar, ya un ruíu, ya outros trabajar, ya ¡pim-pam!… Y al amanecere ya taba el puente hecho. Ya entonces ella que le entrara un gran miedo, ya foi ya contóuselo al cura. Diz él:
– ¿Qué le pasa?
Diz ella:
– Hombre, pásame esto, que ofrecí el alma al diablo si me traían l’agua.
Ya resulta que mire…, algo sentiría de noche.
Diz él:
– Sí, sí, you sentí de noche todo este ruíu.
– Sí, pero mire el puente feito ya. Ya tengo el agua ente la puerta de casa.
Diz él:
– ¡Hombre, hombre!, ¿usté qué dice?
– ¡Venga p’acá!
Ya que hiciera un redondel ya una cruz, ya que se metiera dentro, cuando enseguida llegara el diablo. Diz él:
– ¡Venga, el alma p’acá!
Ya que le dijera:
– ¡Mira, si eres el diablo, aquí tienes la cruz!
Ya entonces el diablo, claro, como nun quier la cruz, que se volviera y… ¡pam!, pega una morrada –como decimos nosotros, una hostia– al puente. Ya que ta el puente torcíu. Dicen que yá verdá, porque eso me lo contaron a mí, que yá verdá, y que ta la mano marcada allí. Eso fue p’allá pa la parte Cangas o p’ahí pa ese lao. Y dicen que está allí el puente torcíu pa un lao y la mano allí dibujada. Y digo yo: “bueno, eso pondríanlo torcíu, ya pusieron la mano de uno allí pa decir que foi eso”.