De cabeza alta, afilada y con un agudo y pronunciado y agudo parietal en forma de "V", hasta los más desapasionados tratados sobre reptiles le confieren un innegable aspecto fiero y desafiante. Sus medidas han provocado siempre el recelo entre los pastores, y más aún entre historiadores célebres que se toparon con ella en si viaje al Paraíso Maldito. Escamosa y de tonalidad marrón verdosa, esta culebra tiene la facultad de utilizar su robusta cola como fatal látigo con el que llega a golpear a algunas de sus víctimas hasta noquearlas. Se cuentan en Las Hurdes casos de niños atacados por la bastarda de este modo siniestro. A limpio estacazo, en el pueblo de El Cabezo, se narra la historia de un lactante al que el reptil dio muerte tras un momento de descuido de la madre.