Para relatar la procedencia del nombre de este bello puente sobre el río Lozoya enfrente del monasterio del Paular hay que contar primero otra historia; la de los "quiñoneros". En el sigo XIV el valle de Lozoya pertenecía al Concejo de Segovia, debido a la fragosidad de su vegetación y de sus pinares además de su difícil acceso era terreno idóneo para grupos subversivos de moriscos, malhechores y maleantes que hacían sus pillerías por estas tierras. Ante esta incontrolable situación los Reyes decidieron agilizar la administración de la justicia delegando parte de sus poderes, así de esta guisa en las villas que crecieron después de la reconquista nacieron unos milicianos llamados "quiñoneros".
Estos quiñoneros podían juzgar y administrar justicia en este territorio inmediatamente, e incluso la pena máxima, sin necesidad de consultar con la corte. Las ejecuciones se cumplían en una casa denominada "Casa de la Horca" a cinco kilómetros aproximadamente del Paular, entonces es cuando entra en juego el citado puente. Antes de partir para la casa de la Horca se les revisaba la sentencia a los reos a los que algunos se perdonaba pero sin que estos lo supieran todavía. Se continuaba el camino y cuando llegaban al puente, a los que se les había perdonado se les dejaba sueltos, y cruzaban el río en libertad, de esta benevolencia le viene el bello nombre al no menos hermoso puente.