La presencia de los Abencerrajes en la Granada nazarí está envuelta en el halo legendario y paradigmático que cubre facetas históricas e historiográficas de una época de especial poder evocador como son las postrimerías de al-Andalus, en concreto el controvertido siglo xv.1 Su difusión mítica queda simbolizada de forma particular en la transmisión a partir del siglo xvi de la presunta muerte por decapitación de varios miembros de este linaje por orden del Rey Chico (Boabdil) bajo la influencia de las maquinaciones de los traidores Zegríes y Gomeles. La macabra acción quedó fijada en el imaginario colectivo a través de su materialización en los restos de sangre que manchan con indeleble fruición —y no menos ingenio químico— una archiconocida fuente alhambreña, «una taça de alabastro muy grande». El ominoso acto de respuesta a la traición política abencerraje, con tintes de venganza personal por la deshonra de la reina y esposa de Boabdil, no la entendió nadie, según el autor de la novela, Ginés Pérez de Hita: «Desta suerte fueron degollados treynta y seys cavalleros Abencerrages de los mas principales de Granada, sin que nadie lo entendiesse». Con posterioridad a estos hechos, la decidida actuación de un paje (pagecillo) logró salvar la vida del resto de Abencerrajes, que pasaban de doscientos, con la mediación de otros ilustres personajes —literarios, con toda seguridad; sobre su historicidad hay más dudas— que se encontraban en Granada. En la arenga final para vengar la acción se concreta el móvil político del suceso: «Trayción, trayción, que el Rey a muerto los cavalleros Abencerrages. Muera el Rey, muera el Rey; no queremos Rey traydor».2
Una temprana guía de Granada en forma de diálogo que comienza a publicarse en 1764 se hace eco de este pasaje en relación a la creencia del pueblo granadino de que las manchas visibles en la taza marmórea corresponden en efecto a la prueba de este homicidio abencerraje:
Aqui vienen hombres, y mugeres a ver este Palacio, llegan a este sitio, clavan los ojos en las paredes, miran con atencion el suelo, advierten la Taza de la Fuente, en las paredes ven pintadas las sombras de aquellos infelices Cavalleros, en el suelo ven tirados sus Cadaveres, en la Taza ven aun las manchas de su innocente Sangre, los hombres salen de si a esta representacion, y piden al Cielo venganza de la injusticia, las mugeres lloran amargamente la desgracia, y algunas de ellas prorrumpen en maldiciones contra el impio Rey, mientras otras, con los ojos llenos de lagrimas, dan mil bendiciones al Pagecillo que llevo la noticia de la carniceria a los que aun no havian venido al perfido llamamiento.3
2. Pérez de Hita (1999: 171-176).
3. Velázquez de Echeverría (1993: I, 130).