El Pozo de los Deseos de La Alhambra (Granada).
A principios del año 1.431, la reconquista de Granada parecía un hecho inaplazable.
El Rey Don Juan II de Castilla, una vez culminada de forma victoriosa una larga guerra con el reino de Aragón, tres años antes, dispuso a sus inquietos y ansiosos nobles para tal fin.
Don Álvaro de Luna, condestable y favorito del rey, ordenó atacar las posiciones árabes en la península, con algunos éxitos de consideración, como la batalla de Higueruela, y parecía que para los moros en España los días ya estaban contados.
Por aquel entonces, el rey nazarí, Muhammad IX, gracias a la colaboración de los abencerrajes y de su líder, Yusuf Ibn Sarray, se había hecho con el control del reino de Granada, desterrado y muerto en ese mismo año su antecesor Yusuf III.
Por ese motivo y por sus dotes de estadista, Ibn Sarray fue nombrado visir, y estaba al mando de las tropas que deberían de repeler las embestidas castellanas, aunque dado el potencial de aquel enemigo, sabía que no le quedaba demasiado tiempo.
Pero en aquella época de guerras y enfrentamientos existía un lugar para el amor, sin fronteras, sin razas, sin religión, desafiando a la historia y a sus antepasados, a sabiendas de que el amor imposible era más fuerte que todo lo demás.
Aunque, como todo idilio, tiene la angustia de lo inesperado y el miedo de su fin.
Ismail Ibn Sarray, hijo del visir de Granada, estaba perdidamente enamorado de María de Luna y Pimentel, hija del condestable Don Álvaro de Luna, y ella le correspondía. Se veían a escondidas en el Castillo de Salobreña, una hermosa joya nazarí, y el tiempo se detenía cuando paseaban cogidos de la mano por los jardines del alcázar, entre sus fuentes y sus acequias, geranios, jazmines y azahares.
Ismail, conocedor de la política del reino de Granada gracias a las conversaciones con su padre, tenía un pellizco en el corazón al saber que poco se podía hacer ante las pretensiones castellanas, y que pronto tendrían que dejar esta tierra y emigrar hacia el sur. Nada quiso decirle a María, pero la situación se tornaba difícil.
Un día, María advirtió la terrible tristeza de Ismail, pues no la pudo ocultar por más tiempo, y este tuvo que contarle a María lo que sucedía. Si el reino de Castilla tomaba Granada, no volverían a verse jamás. Se miraron desolados, el nudo en las gargantas de ambos se podía sentir en el ambiente, no dijeron nada, ambos empezaron a llorar y entonces… entonces la tierra tembló, tembló de una forma descomunal.
El 11 de Abril de 1.431 se produjo el terremoto de Atarfe, que destruyó esta villa por completo.
A María se le ocurrió un plan, se lo contó a Ismail y ambos sonrieron. Se despidieron con la intención de volverse a ver en una semana.
María hablo con su padre, el condestable de Castilla, pues sabía de las penurias económicas del rey después de tantas batallas contra Aragón y Granada, y de los sueldos y rentas que debía pagar a sus soldados y nobles. Le dijo que el rey nazarí de Granada estaba dispuesto a darle en secreto cinco mil monedas de oro a cambio de que no atacara su reino.
Ismail habló a su vez con su padre el visir, con la propuesta de pagar aquel dinero por la paz con Castilla, pero que tendría que ser un secreto, pues nadie podía llegar a enterarse de aquel acuerdo.
Una moneda de oro en cada higo, así se transportó el dinero a Toledo para entregárselo a Juan II, que quedó satisfecho con el acuerdo, con la complicidad de su favorito y condestable Don Álvaro, que mandó disolver las tropas y explicó a los nobles que había decidido terminar con la guerra de Granada porque aquel terrible terremoto de Atarfe le había dado malos presagios.
Muhammad IX de Granada reunió a su corte para dar explicaciones de la pérdida de gran parte de su fortuna, pues los abencerrajes llevaban un estricto control del tesoro del reino. Explicó que había ordenado a su visir, Yusuf Ibn Sarray, que tirara las monedas a un pozo mágico que había en la Alhambra de Granada, que concedía un deseo a todo aquel que las arrojara, y que él, como Muhammad IX, había deseado que cesara la guerra con Castilla. Todos le tomaron por loco, pero la guerra cesó, y hasta el más escéptico tuvo que reconocer el acierto del Rey.
María e Ismail se siguieron amando a escondidas en Salobreña durante aquel tiempo de paz, que duró hasta la muerte de ambos.
El Rey de Granada nunca contó donde estaba ese pozo de los deseos en el castillo nazarí de la Alhambra, aunque se lo preguntaran varias veces.
Por eso cuenta la leyenda que cuando veas el pozo de los deseos en la Alhambra debes tirar una moneda y pedir un deseo, pues si resulta ser el pozo mágico del rey de Granada Muhammad IX, el deseo se cumplirá.
Leyenda recogida en el Elogio al Excmo. Sr. D. Gaspar Núñez de Arce, de Juan Valera, publicada el Boletín del Ateneo de Madrid, por Carmen Valera, en el año 1892.