En la edad media, los mares españoles estaban apoderados por piratas. El más famoso y poderoso pirata se llamaba Cambaral. El causaba terror apoderándose de las naves que traspasaban sus aguas.
A los pasajeros les robaba sus valiosas pertenencias, los torturaba y finalmente los asesinaba. Cambaral raptaba a las bellas doncellas y después las traficaba en los mercados. Nadie se atrevía traspasar sus aguas por el gran temor de enfrentarse a Cambaral. Hasta la gente se estaba muriendo de hambre porque no querían ir a pescar su comida al mar por el gran temor que tenían.
El gobierno tomó parte en este asunto y envió naves de guerra varias veces para capturar a Cambaral, pero fue inútil porque Cambaral terminaba por derrotarlos a todos.
Un caballero noble que se llamaba Hidalgo y vivía en Luarca en la orilla del mar, se propuso capturar a Cambaral por su propia cuenta.
Hidalgo preparó sus hombres y unas naves e inició su misión. Hidalgo finalmente encontró a Cambaral y una guerra sangrienta estalló.
Hidalgo ganó la batalla y Cambaral resultó gravemente herido.
Hidalgo regresó a Luarca con Cambaral y allí decidió curarlo antes de entregarlo a la justicia. Cambaral fue atendido en el palacio de Hidalgo por su hija, Asturiana. Las atenciones de la bella asturiana hicieron que Cambaral se enamorara profundamente de ella y ella de él.
Los dos descubrieron sus sentimientos y formaron una pasión de dichas y sueños de huir a donde nadie se opusiera a su dicha.
Una noche, se situaron en la orilla del mar para fugarse. Asturiana esperó a que su padre se durmiera y después se dirigió al lugar de la cita. Asturiana llegó al lugar de la cita y allí la estaba esperando Cambaral con la nave con la que iban a huir.
El pirata recibió en sus brazos a la doncella y unieron sus almas en un beso apasionado. En ese instante Hidalgo sorprendió a los enamorados, ciego de ira con una espada afilada mató a los dos amantes de un solo tajo en las cabezas.
Los cuerpos quedaron abrazados fuertemente, rodaron hacia el mar y finalmente se perdieron en él.
En sus memorias, un puente fue construido en el sitio del incidente y fue nombrado el Puente del Beso.
Este monumento y sus recuerdos todavía se conservan hoy en día.
Dice el poeta asturiano Casimiro Cienfuegos poema dedicado a la Villa Blanca de la Costa Verde:
Hay en un tajo de la roca viva
Que el mar abrió tal vez en sus enojos
Un lindo pueblo de hermosura esquiva
Que nunca entero muéstrase a los ojos.
Lo parte en dos por gala y bizarría
Un río con sus aguas transparentes
Que fluye sin cesar con armonía
Bajo los arcos de sus siete puentes…