Hace mucho tiempo vivía una pareja de ancianos en el bosque. Tenían que cruzar un río de camino de su casa al pueblo. Cada día pasaban por el puente sobre el río con su borrico cargado de las cosas que vendían despues en el pueblo y volvían trajinando otras. Era un puente de madera viejo, pero cada vez que lo atravesaban, los viejos se decían el uno al otro que tenían suerte de contar con aquel paso, pues la corriente del río era muy fuerte y el camino para badear el río muy largo para un día.
Un otoño lluvioso llegó una riada y se llevó el puente. Los ancianos se encontraron con que no podían pasar.
-Que tremendo desatino- dijo el viejo- hoy no podremos pasar y yo soy viejo para construir un puente con mis manos.
-Que contrariedad- dijo la vieja- pasarán días antes de que se den cuenta de que no vamos al pueblo, y más días aún tardarán en reconstruir el puente-
Se lamentaban los ancianos de su mala cuerte cuando apareció un hombre extraño en su lado del río.
-Saludos venerable pareja, os veo muy turbados- Dijo el hombre; el anciano inmediatamente explicó el probema que tenían con el desaparecido puente- Yo me comprometo a construir un puente en una noche, además no será de madera como el aterior, será de piedra, para que ninguna riada se lo lleve-
Enseguida desconfiaron los ancianos.
-¿Qué hacemos?- preguntó el a ella por lo bajo.
-Está claro que no es posible hacer un puente en una noche, si no es con trucos o con mágia. Preguntale cual es el pago que pide, cuales las condiciones.
Eso hizo el anciano, a lo que el misterioso hombre contestó que la única condición, el único pago que exigía, era que le fuese concedida el alma del primer ser vivo que atravesase el puente. Quedaba claro que era el mismisimo diablo el que ante ellos estaba.
La vieja meditó un poco y luego aceptó.
Al día siguiente cuando los viejos llegaron al río el puente estaba construido. Era de piedra, con doble arcada sobre el río. El diablo había cumplido, construyendolo en una noche, y esperaba al otro lado para recibir su pago.
-Mujer!, ¿qué vamos a hacer ahoara?- Preguntó el marido.
Entonces la mujer cogió la bara y arreó al burro, que pasó delante de ella, el primero por el puente.
El diablo, engañado, tuvo que conformarse con llevarse el alma del desdichado animal como pago por su trabajo.