Esta leyenda cuenta que un niño llamado Lino dejó de asistir a la escuela porque era época de esquilar las ovejas. Su padre lo necesitaba como zagal, lo que conllevaba mucho trabajo. Además de esquilar, tenían que fregar pucheros, traer leña, hacer recados, etc.
Una mañana de junio, Lino vio un pequeño lagarto comiendo sus migas de pan untadas en leche. Esta escena le hizo gracia. El lagarto también vio cómo Lino le miraba, pero siguió comiento tan fresco.
A lo largo del verano, el lagarto vino todos los días y se puede decir que se hizo amigo de Lino. Cuando llegó el mes de octubre, Lino se fue a Extremadura con la transhumancia de las ovejas y el lagarto se quedó en los montes.
Incluso tenía su propio rebaño. El mes de julio de nuevo volvió a los montes para empezar el esquilaje. Un día, mientras estaba sentado tranquilamente en la puerta del corral, los perros empezaron a ladrar deseperadamente. Las ovejas se amontonaron entre ellas. Lino pensó que tal vez hubiese un lobo cerca. Pero de repente, vio ante él un gigantesco lagarto. La boca del reptil estaba manchada de sangre. Fue una visión horrible. Al mirarle a los ojos, Lino reconoció en él al lagarto pequeñito que comía sus migas de pan. Lo malo fue que el animal no lo reconoció a él.
Lino echo a correr. Casi cuando el lagarto lo iba a alcanzar, vio el santuario de Lomos de Orio y se dirigió hacia allí. Subió las escaleras corriendo; pero, por desgracia, la puerta estaba cerrada. Lino, devoto de la Virgen, empezó a rogarle para que ésta le ayudase. Milagrosamente la puerta se abrió y Lino entró dentro. Se desmayó y, al volver en sí, vio que la puerta estaba cerrada y el lagarto partido en dos por ella. Este milagro ocurrió el 5 de julio de 1824. Por este motivo, después de tantos años se sigue celebrando la romería de Lomos de Orios. En la puerta del santuario hay una réplica del lagarto. Verdad o mentira, lo cierto es que esta leyenda se sigue contando de padres a hijos después de tantos años en el pueblo de Villoslada.