En el Valle de Ocón se cuenta una leyenda de una pastorcita que estaba cuidando sus ovejas en las inmediaciones de la fuente de los Santos. Oyó unos cánticos en el arroyuelo que nace de esta fuente “tan dulces y armoniosos que quedó sorprendida y puesta en consideración a lo que oía se llenó de un placer y gozo extraordinarios”. Llamó a los vecinos y todos fueron testigos del maravilloso suceso. Se pusieron a excavar en el lugar de donde provenían estos cantos y encontraron una edificación de sillares, “en forma de cueva estrecha de tres cuartas escasas de altura y nueve varas de larga y tres de ancha. Y sobre sus cristalinas aguas, como seis dedos dentro del agua misma, supernadando, un arca de nogal y de roble, sana y bien tratada, con las imágenes de San Cosme y San Damián, de medio relieve esculpidas en la tabla de enfrente y el Niño Dios en medio.
En la cubierta estaban pintadas y aún permanecen las efigies de San Juan Evangelista y San Bartolomé Apóstol, con la divisa antiquísima de España, con el título de terrígena, que es una jarra con cinco azucenas, que hace alusión a los reyes de Nájera. En la tabla de su espalda, se registra un rótulo que dice: “Mater Dei”. Y dentro tenía el precioso relicario y un Ara o Lápida con un pomido”.