La historia de uno de los lagos de Isoba, en León, es bastante parecida al anterior. En Isoba hay dos lagos, el de Arriba, muy profundo y comunicado al parecer con el mar, y el de Abajo, donde tuvo lugar el prodigio. En el pueblo que había allí remotamente vivía Magdalena, que aunque por entonces debía de ejercer su poco ejemplar profesión, fue la única que se apiadó del pobre mendigo bajo cuya apariencia Jesucristo verificaba la caridad de los vecinos. Comprobada la inhumanidad de aquella gente, Jesucristo, extendiendo sus manos sobre la villa, la maldijo con estas palabras:
Húndase Isoba,
menos la casa de la pecadora.
Y las aguas anegaron la villa.
Otras versiones aluden también a la casa del cura dentro de las exclusiones de la maldición divina, pero parece que se trata de una interpolación interesada, y además incongruente, que no estaba en el relato original.