Dicen de la “Cueva del Saburnín” en términos de Pajares, que allí escondieron riquezas fabulosas los moros y que algunos permanecen encantados en el recinto, a cuya entrada hay un “cuélebre” o dragón, que con sus ojos lucientes como esmeraldas pone espanto en quien intenta penetrar; y así otras maravillas semejantes.