Una vez iba un vecino de Somiedo para Oviedo, y en la Riera encontró un señor que le preguntó:
—¿A dónde vas?
—A Oviedo.
—No vayas hasta otro día. Quiero encargarte de un asunto que te valdrá mucho dinero.
—Pues no sabe usted la falta que me hace, porque no tengo ni dos cuartos. Si es un asunto honrado no tengo inconveniente en hacerme cargo de él. ¿De qué se trata?
—Toma estos tres panes, y pasado mañana, que es día de San Juan, antes que salga el sol te presentas en la fuente Caurin, la cual está en la parroquia de Iguarda, concejo de Belmonte, y metes los panes uno a uno por el ojo de la fuente.
—¿Y quién me paga por hacer esto?
—En la fuente hay una persona que te hará rico. Pero ten cuidado que nadie toque en los panes.
Llegó el hombre a su casa y dijo a su mujer:
—No toques en las alforjas ni trates de averiguar lo que hay dentro de ellas.
En cuanto el hombre se acostó, la mujer abrió las alforjas, quitó un pico a un pan y éste comenzó a sangrar.
El día convenido se acercó el hombre a la fuente y metió en ella un pan. Inmediatamente salió por entre el agua una joven muy guapa y le dijo:
—Detrás viene quien paga.
Y marchó.
Metió otro pan y salió un mozo diciendo:
—Detrás viene quien paga.
Y también marchó.
Cogió el tercer pan, y al ver que le faltaba un pico, dijo para sí:
—Suceda lo que suceda, lo meteré por donde los otros.
Lo metió y salió un cojo llenándole de insultos. Después entró por el ojo de la fuente diciendo al somedano:
—Aquí me quedo para siempre, encantado y cojo, por ser tu mujer una lambiona.