Una vez estaba un pastorín sentado al pié de la fuente de las Traviesas, allá en la Collada de Taranes, concejo de Ponga, y vio por el ojo de la fuente un encanto con muchas vacas. Y el pastor las miraba estelau.
—¿Qué miras, pastor?—dijo el encanto.
—Miro estas vacas tan guapas.
—¿Tú no tienes vacas?
—No señor.
—Pues cuando entren por el ojo de la fuente, tiras tus calzones sobre la que más te guste y quedará para tí. Ella te hará rico, porque siempre parirá jatas. Pero no la dejes entrar nunca en el río Caldar.
El pastor se puso al pie de la fuente. Comienzan a entrar las vacas y dice:
—Esta sí que es guapa; allá van mis calzones. Pero no; es más guapa esta, o si no esta otra que es pinta, o mejor la negra...
Y cuando acordó consigo, habían entrado todas las vacas y se quedó sin ninguna.
Al siguiente año, el día de San Juan, el pastor se puso al pie de la fuente y no se detuvo a escoger; en cuanto apareció la primera vaca, le echó encima los calzones y la llevó consigo.
La vaca le dio muchas jatas, y éstas le dieron otras, y fueron tantas, que se hizo rico.
Y un día se le ocurrió decir:
—¿Por qué no he de permitir que entre la vaca en el río Caldar?
La dejo entrar. Y la vaca no volvió a la cabaña.