La visita a La Baña, en La Cabrera, hay que conjugarla con la visita a su lago; que se asienta unos diez kilómetros más allá. Un abrupto paraje pelado, a veces con el camino por el lecho del riachuelo, otras por roca de pizarra. Varios ensanches de río te salen al encuentro hasta llegar al auténtico lago de circo glaciar.
En él nace el río Cabrera. El lago es un glaciar como todos los lagos leoneses de cuencas de montaña, y como ellos también con sus leyendas.
Que se formó por un castigo provocado por trabajar en día santo; o la del pastor que ahogaba en él el rebaño de su convecino, y las cabras le llamaban, y no pudiendo resistir la tentación de acudir a la llamada se ahoga así mismo el pastor, como castigo.
O aquella otra en que las noches de luna llena se oyen balidos terroríficos. Otras más le pueblan de encantamiento.