En aquellas pasadas épocas cuando los hombres vivían recias costumbres, y corrían entre las gentes de amplia credulidad las supercherías y los mitos, acusaron de brujo o nigromante a un vecino de Valdelugueros.
Se produjo el espanto entre las sencillas familias del contorno, y se denunció el caso ante los Jueces de Los Argüellos, que se reunían en Concello en La Collada del Coto.
Los Jueces, acompañados de los "hombres buenos", y representando a las Tres Tercias: Lugueros, La Mediana y La Tercia, determinaron castigar al brujo.
Los ecos del castigo entraron por los recovecos calizos de las Hoces de Valdeteja; sembraron de pavor los más recónditos confines de la Tercia de Lugueros, subieron por Cerulleda, se extendieron por Valverde de la Cuerna, y por las vegas acariciadas por el río Curueño.
Era una gran desgracia en la comarca que aflorara un brujo en el vecindario, que echaría el mal de ojo a los ganados, y abortarían las vacas, se morirían las ovejas, quedarían machorras las novillas, y los cerdos segovianos comprados en los mercados de Boñar no comerían el centeno, presagiando una deficiente matanza para los Sanmartines.
Un brujo no se podía admitir entre las gentes del lugar. Y al vecino brujo se le condenó a morir en la hoguera, y se le quemó con leña verde de piorno, para que se axfisiara con el humo antes de tostarse con las llamas.
Pero el brujo Colás no se murió. Quedó expuesto por Ir noche, atado al madero y sobre el rescoldo de las ramas de los piornos.
Alguien se apiadó, lo recogió y lo tuvo en su casa hasta restablecerse por completo. Pero Colás ya no sería el hombre vivo entre los vivos. Sus carnes quedaron quemadas, sus facciones desfiguradas, que infundían pavor, y Colás huyó a los montes.
Día tras día, con paciencia jobiana consiguió adiestrar a un gato montés en el sanguinario oficio de arañar a las gentes hasta dejarles la cara llena de costurones sangrientos, si sobrevivían la prueba.
Era la venganza de Colás para las gentes que no admitían que era más inteligente que los demás.
El fantasma se dejó ver varias veces. Le llamaban EL FANTASMA DE LA FORCA, porque cerca de la Forca del Curueño apareció una noche ahogado en el río; después de tener a la Tercia de Lugueros sumida en el pavor de la tensión y el miedo.