Esta leyenda tiene lugar en Ablaneda, un pueblo situado en la falda de la Sierra de Carrales, frente al cordal de Las Traviesas, muy cerca del Puerto de Piedrafita. Es una comarca muy rica en minerales que ya explotaron los romanos.
Quedan aún los restos de tres acequias que conducían el agua desde el puerto de La Espina hasta los lavaderos de mineral que allí funcionaban. Esta leyenda sería una explicación popular a la existencia de estas antiguas canalizaciones.
En este pueblo de Ablaneda hay un pequeño embalse que los vecinos llaman Pozo de Fullaricos. Según los más viejos del lugar, en las oscuras aguas del lago se podía distinguir una gigantesca viga. Esta viga podría ser el resto de alguna antigua instalación minera, pero para los aldeanos era la viga de un palacio sumergido.
Según la leyenda, donde hoy está el Pozo de Fullaricos se levantaba un enorme palacio. En él vivía un noble viudo, con una hija muy bella que era pretendida por los muchachos más apuestos de la comarca.
La niña de Ablaneda era además de bella muy virtuosa. Sin embargo en su pecho comenzó a anidar la envidia porque en Belmonte, en un palacio como el suyo, vivía una moza más hermosa que ella.
Atento a cualquier oportunidad el mismísimo diablo se le presentó una tarde y le dijo:
-Sé que sufres porque dicen que la dama de Belmonte es más guapa que tu. Yo vengo a decirte que si me das tu alma, tu hermosura será la mayor del mundo.
La niña sin pensarlo mucho accedió.
Pocos días después, la llamó su padre y le dijo:
-Hija mía, muchos caballeros me piden tu mano, a cuál más rico, noble y apuesto.
-Lo sé padre.
-¿Y que decides?
-Lo que usted diga, padre.
-Bien, hija. Yo he pensado conceder tu mano al caballero que primero traiga a este palacio el agua del Pozo Verde de La Espina.
-Bien, padre.
La proposición del señor corrió por toda Asturias e incluso fuera de ella y a los pocos días se presentaron en el palacio de Ablaneda tres caballeros, dos eran apuestos y gentiles y un tercero enano, feo y mal vestido.
Los dos galanes trabajaban sin descanso para traer el agua mientras que el contrahecho se pasaba los días debajo de una higuera sin hacer nada.
Pasó el tiempo y las dos acequias ya estaban muy cerca de la casa, con solo un día más de trabajo el agua llegaría al palacio. Al día siguiente, ante la sorpresa de todos, el enano hizo durante una sola noche lo que no había hecho en un mes. Había conseguido que el agua del puerto llegara hasta la casa.
El pretendiente zafio se presentó ante el señor de la casa y le dijo:
-Señor, he vencido. Reclamo la mano de vuestra hija.
El dueño de la mansión, cabal y fiel a su palabra no tuvo otra opción que ceder a las pretensiones del extravagante individuo que, como el lector habrá adivinado no era otro que el mismo demonio, que había acudido a cobrarse el alma de la niña.
Entonces la muchacha, aterrada y arrepentida de su pacto exclamo:
-¡Permita Dios que se hunda el palacio antes que yo me case con ese diablo!
El palacio se hundió y se formó el Pozo de Fullaricos.
Desde entonces, según los vecinos, no han dejado de aparecer vigas y otras maderas del edificio sumergido.